
Cuando está en el metro no lee
el periódico, ni novelas, no escucha música. Andrés sólo observa a las personas
que le llaman más la atención. Mientras discurren las paradas, da rienda suelta
a su imaginación. Aquel que sube en la misma parada que él, tiene aspecto de
llamarse Fernando y si no se llama así, piensa que debería cambiarse de nombre
porque sus padres no acertaron. Viste con traje gris oscuro y corbata de color
salmón. Siempre va con prisa, como si con su impaciencia pudiera conseguir que
el conductor se saltara alguna parada. Rebufa cuando las puertas tardan en
cerrarse. Lee La Vanguardia y normalmente empieza por la sección de deportes.
Andrés piensa que trabaja en un banco, y seguramente tiene un cargo alto en el
mismo. Hubo una temporada en que Andrés hubiera agredido a cualquiera que pensara
que trabajaba en un banco, pero ya se le había pasado. Ahora lo que le molesta
de Fernando es que se frota la nariz con el dorso de la mano. Le molesta la
gente que hace eso, pero especialmente él que va con traje. No se podía ir con
traje y rascarse la nariz de esa manera. Debía comprarse un pañuelo. Un día una rumana dio su discurso y
se paseó por el metro vendiendo paquetes de clínex, pero Fernando no compró.
Ese día se enfadó mucho con él. Casi lo hubiera comprado él mismo para dárselo
después. Fernando lleva anillo de casado, pero algo le dice que su mujer es ama
de casa, él se encarga de traer el dinero. No tienen hijos, porque no pueden
tenerlos. Ningún tratamiento había dado resultado y era algo que amargaba sus
días. Ahora están en trámites de adopción. Andrés está casi seguro de todo
ello. No tiene pruebas, pero sólo con mirar a Fernando sabe todas esas cosas de
él. Nunca ha intentado hablar con él, pero últimamente se ha dado cuenta de que
le evita. Si le ve en el mismo convoy, se cambia al siguiente y Andrés está muy
dolido por su comportamiento.
Sin embargo pronto se encuentra con Ramona,
una mujer de mediana edad que lee novelas históricas en inglés. Ella es mucho
más interesante. Se recoge el cabello en un moño estilo bailarina. Lleva un
maletín con el portátil y consulta la BlackBerry cada vez que un sonido la
avisa de que ha entrado un e-mail. A Andrés le gusta la manera en que sus dedos
danzan por el teclado. A veces para un instante, mira hacia el vacío y se frota
la frente con la otra mano en señal de concentración. Después continúa
escribiendo. Es una mujer con carácter, el porte decidido en que entra al metro
y avanza entre la gente ya lo evidencia. Ocasionalmente lleva tacones, sobre
todo cuando va con falda. Los tejanos los combina con una blusa y botas que le
llegan a las rodillas. Andrés también se ha fijado en que no lleva anillo.
Tiene toda la pinta de que le gustan los hombres casados. Sí, seguro que es o
había sido la querida de algún abogado o banquero. A Ramona le gustan los
hombres como Fernando. Andrés está seguro de ello.
Al día siguiente Andrés coge el
metro a las 7:50, casi no llega a tiempo porque ha parado en el quiosco a
comprar La Vanguardia. Eso ya le ha puesto muy nervioso, él controla el tiempo,
en ningún caso puede ser a la inversa. Hoy viste traje gris oscuro, lleva una
corbata color salmón y un anillo de casado. Sigue llevando el sombrero tirolés
porque ya forma parte de él. Fue algo que adquirió de un buen amigo que también
se llamaba Andrés y no iba a deshonrar su memoria. Hoy ha decidido hablar con
Ramona. Cuando la ve entrar en Lesseps contiene la respiración un momento. Hoy
está más resplandeciente que nunca. Se ha soltado el pelo que le llega por los
hombros, lleva un vestido azul marino con cinturón marrón, medias color carne y
zapatos de tacón marrón claro. Se sienta frente a él y saca un libro del bolso.
Andrés se encuentra con la portada “Children and fire”, de la autora Ursula
Hegi. No tiene ni idea de quién es.
-Buen libro -le dice Andrés.
Tiene
que romper el hielo. Ramona aparta un momento el libro del rostro con el ceño
fruncido y sin relajar sus facciones contesta:
-Sí, lo acabo de empezar -parece
que esta vez se esconde más tras el libro.
-A mí es de los que más me han
gustado de ella.
Esta
vez Ramona ni siquiera le mira sino que
contesta un ahá distraído que ofende mucho a Andrés. Está intentando ser
simpático con ella, iniciando una conversación interesante sobre una novela y
ella le trata como si fuera un freak. Eso es de muy mal gusto. No es propio de
Ramona. Seguro que no quiere llamarse así, igual que Fernando no quería
llamarse Fernando por mucho que Andrés
pensara que debía llamarse así si quería continuar siendo alguien. Pero se
decidió por ser un don nadie. Andrés se fija en el anillo y piensa que quizá
Ramona no lo haya visto y por eso no esté interesada en él.
-Soy un hombre casado, no
pienses que estoy intentado algo contigo.
Ahora ni siquiera responde.
Simplemente se levanta y se va hacia otro asiento más alejado. Esto le saca de
sus casillas. ¿A qué viene esa actitud tan desagradable? No le ha dicho nada
que pueda considerarse inapropiado. Sólo era una información, una aclaración.
Hay gente que no sabe comportarse en sociedad. Qué aburrido es el mundo si
todos nos concentramos en nuestra vida y no queremos saber nada de aquel con
quien compartimos un viaje largo cada día. Esto es incomprensible para él.
Dos semanas después Andrés coge
el metro a las 7:50. Lee La Vanguardia empezando por la sección de deportes.
Entra con prisas, y se impacienta cuando las puertas tardan en cerrarse. Lleva
traje gris oscuro con la corbata de color salmón, un reluciente anillo de
casado y un pañuelo por si le pica la nariz. En la otra mano lleva un maletín
que se ve un tanto afeminado y la BlackBerry en el bolsillo del pantalón. Cada
vez que llega un e-mail lo consulta y contesta pensando muy bien lo que
escribe. Sigue fiel a su sombrero tirolés y también ha incorporado los tacones
marrón claro a su vestuario. Ahora es a él a quien observan en el metro. No dan
crédito al vestuario que lleva, pero es que ellos no saben que se le ha acumulado
el trabajo. Se llamaba Andrés, pero ahora también es Fernando y Ramona porque
ellos no habían querido serlo y alguien
tenía que responsabilizarse de esas personalidades para que no se perdieran.
La chica que ahora le está
mirando a través de sus gafas de pasta, lee un libro titulado “Choque de
Reyes”, se llama Lucía. Y espera que realmente quiera llamarse así, porque las
personas deben ser lo que se supone que son y eso Andrés lo sabe muy bien.
2 comentaris:
me gusta mucho esta historia! pero me hubiera gustado que Ramona no hubiera pasado de él jaja y es un tanto extraño lo que hace Andrés al final con su vestuario xDD parece que esta un poco mal de la olla no? jajaja pero es divertido :) sigue escribiento historias cortas! me gustan ^^
¡Me alegro mucho! El hecho de que Ramona pase de él es justamente lo que le da fuerza al final. Pues para Andrés, Ramona no ha reaccionado como lo haría la Ramona que él cree que es, por eso piensa que no se quiere llamar así y adopta su personalidad. Lo del vestuario es una muestra de ello. Está mal de la olla, pero entendemos cómo piensa introduciéndonos en su cabeza.
Espero que me salgan más, ya sabes que tengo tendencia a enrollarme...jajaj
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