DESCUBRIENDO Un camino de letras: Andrés y el sombrero tirolés

sábado, 21 de enero de 2012

Andrés y el sombrero tirolés





Cada día laborable de la semana, Andrés coge el metro hasta la última parada de la Línea 3. Siempre coge el de las 7:50, ni más pronto ni más tarde. Por su apariencia diaria se podría decir que guarda los mismos trajes en su armario. Varias camisas de color azul claro, quizá cinco para cada día de la semana, planchadas con esmero. Unos pantalones igualmente cuidados de color verde botella. Se diría que son más apropiados para un hombre jubilado, no para Andrés que tiene treinta y cinco. Pero él no le da mucha importancia a la moda. Como último toque de un vestuario que no combina, se pone un sombrero estilo tirolés que sólo se quita cuando se va a dormir.

                Cuando está en el metro no lee el periódico, ni novelas, no escucha música. Andrés sólo observa a las personas que le llaman más la atención. Mientras discurren las paradas, da rienda suelta a su imaginación. Aquel que sube en la misma parada que él, tiene aspecto de llamarse Fernando y si no se llama así, piensa que debería cambiarse de nombre porque sus padres no acertaron. Viste con traje gris oscuro y corbata de color salmón. Siempre va con prisa, como si con su impaciencia pudiera conseguir que el conductor se saltara alguna parada. Rebufa cuando las puertas tardan en cerrarse. Lee La Vanguardia y normalmente empieza por la sección de deportes. Andrés piensa que trabaja en un banco, y seguramente tiene un cargo alto en el mismo. Hubo una temporada en que Andrés hubiera agredido a cualquiera que pensara que trabajaba en un banco, pero ya se le había pasado. Ahora lo que le molesta de Fernando es que se frota la nariz con el dorso de la mano. Le molesta la gente que hace eso, pero especialmente él que va con traje. No se podía ir con traje y rascarse la nariz de esa manera. Debía comprarse un  pañuelo. Un día una rumana dio su discurso y se paseó por el metro vendiendo paquetes de clínex, pero Fernando no compró. Ese día se enfadó mucho con él. Casi lo hubiera comprado él mismo para dárselo después. Fernando lleva anillo de casado, pero algo le dice que su mujer es ama de casa, él se encarga de traer el dinero. No tienen hijos, porque no pueden tenerlos. Ningún tratamiento había dado resultado y era algo que amargaba sus días. Ahora están en trámites de adopción. Andrés está casi seguro de todo ello. No tiene pruebas, pero sólo con mirar a Fernando sabe todas esas cosas de él. Nunca ha intentado hablar con él, pero últimamente se ha dado cuenta de que le evita. Si le ve en el mismo convoy, se cambia al siguiente y Andrés está muy dolido por su comportamiento.


                 Sin embargo pronto se encuentra con Ramona, una mujer de mediana edad que lee novelas históricas en inglés. Ella es mucho más interesante. Se recoge el cabello en un moño estilo bailarina. Lleva un maletín con el portátil y consulta la BlackBerry cada vez que un sonido la avisa de que ha entrado un e-mail. A Andrés le gusta la manera en que sus dedos danzan por el teclado. A veces para un instante, mira hacia el vacío y se frota la frente con la otra mano en señal de concentración. Después continúa escribiendo. Es una mujer con carácter, el porte decidido en que entra al metro y avanza entre la gente ya lo evidencia. Ocasionalmente lleva tacones, sobre todo cuando va con falda. Los tejanos los combina con una blusa y botas que le llegan a las rodillas. Andrés también se ha fijado en que no lleva anillo. Tiene toda la pinta de que le gustan los hombres casados. Sí, seguro que es o había sido la querida de algún abogado o banquero. A Ramona le gustan los hombres como Fernando. Andrés está seguro de ello.
                Al día siguiente Andrés coge el metro a las 7:50, casi no llega a tiempo porque ha parado en el quiosco a comprar La Vanguardia. Eso ya le ha puesto muy nervioso, él controla el tiempo, en ningún caso puede ser a la inversa. Hoy viste traje gris oscuro, lleva una corbata color salmón y un anillo de casado. Sigue llevando el sombrero tirolés porque ya forma parte de él. Fue algo que adquirió de un buen amigo que también se llamaba Andrés y no iba a deshonrar su memoria. Hoy ha decidido hablar con Ramona. Cuando la ve entrar en Lesseps contiene la respiración un momento. Hoy está más resplandeciente que nunca. Se ha soltado el pelo que le llega por los hombros, lleva un vestido azul marino con cinturón marrón, medias color carne y zapatos de tacón marrón claro. Se sienta frente a él y saca un libro del bolso. Andrés se encuentra con la portada “Children and fire”, de la autora Ursula Hegi. No tiene ni idea de quién es.
                -Buen libro -le dice Andrés.
Tiene que romper el hielo. Ramona aparta un momento el libro del rostro con el ceño fruncido y sin relajar sus facciones contesta:
                -Sí, lo acabo de empezar -parece que esta vez se esconde más tras el libro.
                -A mí es de los que más me han gustado de ella.
Esta vez  Ramona ni siquiera le mira sino que contesta un ahá distraído que ofende mucho a Andrés. Está intentando ser simpático con ella, iniciando una conversación interesante sobre una novela y ella le trata como si fuera un freak. Eso es de muy mal gusto. No es propio de Ramona. Seguro que no quiere llamarse así, igual que Fernando no quería llamarse Fernando  por mucho que Andrés pensara que debía llamarse así si quería continuar siendo alguien. Pero se decidió por ser un don nadie. Andrés se fija en el anillo y piensa que quizá Ramona no lo haya visto y por eso no esté interesada en él.
                -Soy un hombre casado, no pienses que estoy intentado algo contigo.
                Ahora ni siquiera responde. Simplemente se levanta y se va hacia otro asiento más alejado. Esto le saca de sus casillas. ¿A qué viene esa actitud tan desagradable? No le ha dicho nada que pueda considerarse inapropiado. Sólo era una información, una aclaración. Hay gente que no sabe comportarse en sociedad. Qué aburrido es el mundo si todos nos concentramos en nuestra vida y no queremos saber nada de aquel con quien compartimos un viaje largo cada día. Esto es incomprensible para él.
                Dos semanas después Andrés coge el metro a las 7:50. Lee La Vanguardia empezando por la sección de deportes. Entra con prisas, y se impacienta cuando las puertas tardan en cerrarse. Lleva traje gris oscuro con la corbata de color salmón, un reluciente anillo de casado y un pañuelo por si le pica la nariz. En la otra mano lleva un maletín que se ve un tanto afeminado y la BlackBerry en el bolsillo del pantalón. Cada vez que llega un e-mail lo consulta y contesta pensando muy bien lo que escribe. Sigue fiel a su sombrero tirolés y también ha incorporado los tacones marrón claro a su vestuario. Ahora es a él a quien observan en el metro. No dan crédito al vestuario que lleva, pero es que ellos no saben que se le ha acumulado el trabajo. Se llamaba Andrés, pero ahora también es Fernando y Ramona porque ellos no habían querido serlo  y alguien tenía que responsabilizarse de esas personalidades para que no se perdieran.
                La chica que ahora le está mirando a través de sus gafas de pasta, lee un libro titulado “Choque de Reyes”, se llama Lucía. Y espera que realmente quiera llamarse así, porque las personas deben ser lo que se supone que son y eso Andrés lo sabe muy bien.    

2 comentaris:

Nathalie dijo...

me gusta mucho esta historia! pero me hubiera gustado que Ramona no hubiera pasado de él jaja y es un tanto extraño lo que hace Andrés al final con su vestuario xDD parece que esta un poco mal de la olla no? jajaja pero es divertido :) sigue escribiento historias cortas! me gustan ^^

Melanie Rostock dijo...

¡Me alegro mucho! El hecho de que Ramona pase de él es justamente lo que le da fuerza al final. Pues para Andrés, Ramona no ha reaccionado como lo haría la Ramona que él cree que es, por eso piensa que no se quiere llamar así y adopta su personalidad. Lo del vestuario es una muestra de ello. Está mal de la olla, pero entendemos cómo piensa introduciéndonos en su cabeza.
Espero que me salgan más, ya sabes que tengo tendencia a enrollarme...jajaj

Publicar un comentario